domingo, 15 de julio de 2018

cuento creado "la mariposita"




LA MARIPOSITA


Había una vez una linda mariposita que caminaba por el jardín, ella iba muy rápido a su casita porque su mamita estaba muy mal y tenía que llevar sus pastillas, mientras ella caminaba se acercó una gran lluvia tormentosa, mariposita  muy triste se va corriendo, mira a su alrededor y no había nada solo unas hermosas flores. Como la lluvia estaba fuerte se puso de bajo de estas hermosas flores para que no se moje sus pastillas de su mamita,
Mariposita miro hacia su alrededor y no había nadie, ella esperaba a que pare la lluvia pero cada vez era más fuerte. De pronto se acercó una mosquita con una paragua ella iba caminando muy rápido y la mariposita le dice:
_mosquita cuál es tu nombre
 Y la mosquita le responde:
- mi nombre es Alex
_mosquita me prestarías por favor tu paragua necesito ir urgente a mi casita mi mamita se encuentra muy mal y necesito llevarle pastillas.
-noooohhhh yo prestarte mis paraguas, me mojaría si lo hago
No chau.
Mariposita estuvo muy triste  porque su mamita estaba muy mal
Para su mala suerte de mariposita, la lluvia se iba aumentando volvió a mirar por su alrededor y vio que se acercaba otra moquita con paragua pero mariposita no pudo decirle nada porque  se fue muy rápido.
Ya se hacía muy tarde y mariposita estaba muy preocupada. De pronto se acercó un abejita muy hermosa con dos paraguas y dice:
-         Mariposita que hace usted aquí muy sola y preocupada
-         Y mariposita le responde:
-         Mi mamita se encuentra muy mal y necesito ir a mi casa para darle sus pastillas
La abejita le dice:
- no te preocupes mariposita toma te doy una de mis paraguas creo q tú la necesitas más que yo.

Mariposa se fue  muy rápido despidiéndose y dando las gracias, antes de llegar a su casa vio a la primera mosquita que se le acerco llena de barro  con una patita enterrada
Mariposita fue y le ayudo. Después de que sacara su pie del barro le pregunto:
 ¿Qué te paso mosquita? ¿Porque estas llena de barro?

La mosquita le respondió:
Mientras iba corriendo muy rápido mi paragua se cayó y mi pie quedó enterrado por el barro, muchas gracias por tu ayuda mariposita si yo hubiera estado en tu lugar no le ayudaría a nadie que no me presto lo que necesitaba urgente pero tu si lo hiciste.
Y mariposita le dijo:
 Alguna vez escuchaste sobre la magia de la gentileza  bueno eso es lo que estoy haciendo por ti espero que aprendas con esta lección y no vuelvas a ser lo que hiciste con migo

Mosquita: no mariposita gracias por tu ayuda.
 Al final Mariposita estuvo feliz porque hizo una buena acción ante la mosquita.
Fin






martes, 10 de julio de 2018

LA PRINCESA MAS BELLA DEL REINO

La princesa más bella del reino

La princesa más bella del reino
Había una vez una joven muchacha que a pesar de ser hija de un pobre pescador, era la joya principal de toda la comarca. La causa de ello era su belleza, la cual no tenía comparación con nada en este mundo.
Tan bonita era, que su pobreza no impedía que para todos los habitantes del reino fuera la princesa más bella. De hecho, esa era la ambición de la muchacha hija de pescadores: ser una princesa.
Por sus atributos físicos, era deseada por todos los jóvenes mozos, algunos honrados y otros no tanto, que por allí pasaban. A todos y cada uno de ellos la muchacha los rechazaba y ante la incomprensión de sus padres decía:
-Descuiden que pronto me casaré con un bello príncipe y reinaré en un opulento palacio, con lo que saldremos de esta pobreza en la que vivimos.
Y así, el deseo de la muchacha se cumplió.
Un día llegó a su pueblo un apuesto príncipe, con estirpe de gran guerrero y todo un verdadero galán, que al verla quedó prendado de ella y le propuso matrimonio.
La muchacha accedió gustosa. Era precisamente el príncipe que siempre había deseado y pronto estaría junto a él, reinando en un gran castillo.
Las nupcias se celebraron rápidamente y la pareja parecía estar muy enamorada, al punto de que todos decían que se veían muy bien juntos y que habían nacido para enlazar sus vidas.
Sin embargo, muy pronto la princesa más bella del reino comprendió que había sido muy superficial y había cometido un gran error.
Su bello esposo y príncipe era además un temible tirano, que maltrataba a sus súbditos y sólo se preocupaba por él mismo. Incluso, no era con ella como le hubiese gustado y al parecer solo la había desposado por su belleza física, que le permitía presumir entre sus amigos y otros nobles que él tenía a la mujer más bonita de toda la comarca.
Por todo esto la princesa fue a hablar con su esposo y le planteó lo que había observado. Indiferente, este le contestó:
-¿De qué te quejas? Te casaste conmigo por libre y espontánea voluntad, debido a tu interés de tener por esposo a un apuesto príncipe y tu obsesión de vivir en un noble castillo. Así que no te queda más que aceptar tu realidad y atenerte a las consecuencias de tus decisiones.
La princesa rompió en llanto pero sabía que su cruel y despótico esposo tenía toda la razón. Había rechazado durante años a muchos hombres honrados y algunos también bellos, por su capricho de ser princesa.
Así fueron pasando los días y la princesa, que había madurado y comprendido que había sido muy ingenua, interesada y superficial, estaba resuelta a cambiar su vida.
A tono con ello intentó escapar en múltiples ocasiones del palacio, pero su esposo siempre la descubría y se burlaba de ella, obligándola a permanecer a su lado.
Tan seguidos llegaron a hacerse los intentos, que entonces el príncipe decidió encerrarla en las mazmorras del castillo, con guardias a su alrededor, y sólo la dejaba salir cuando recibía visita de sus amigos nobles, para exhibir su belleza cual si fuera un trofeo de caza.
Esta situación fue insoportable para la princesa, que cada día irrumpía en llantos y lamentos.
Sin embargo, no todo era negativo. Uno de sus guardias resultó ser un atento hombre, que día tras días la consolaba y animaba.
Ambos fueron trabando una linda y sincera amistad, hasta que un día la princesa bella se atrevió y le dijo:
-Amigo, tú que eres tan bueno conmigo, ¿por qué no me liberas y me permites escapar para siempre de este encierro?
-Lo siento mi princesa –le contestó. –A pesar de todo el aprecio y cariño que tengo por usted, el código de honor de la guardia me impide desobedecer las órdenes del príncipe.
La princesa lamentó haberle pedido a su amigo que faltase a su honor de hombre y guardia real e irrumpió en un desconsolado llanto, que parecía acabaría con lo que le quedaba de vida.
Al verla, el guardia se solidarizó tanto con la princesa, de la que había llegado a enamorarse, y le dijo:
-Sin embargo mi señora, hay una cosa que puede hacer para cambiar su vida.
-¿Qué? –preguntó aquella.
-El príncipe solo persiste en tenerla encerrada por su belleza, para exhibirla frente a sus amigos y seguir demostrando que es el hombre más guapo y afortunado de la comarca. Si usted cambia esa situación, la dejará libre, pues para nada le servirá.
-¿Qué quieres decir? –preguntó nuevamente la princesa, que no comprendía la idea de su amigo.
-Quiero decir que si desfigura su rostro, acabando con su belleza, el príncipe la liberará –replicó con sentido de la lógica y la seguridad el guardia.
A la princesa no le agradó mucho la idea. Aún seguía siendo su belleza lo que más valoraba en esta vida. No obstante, comprendió que su amigo tenía razón y le pidió que fuese él quien la desfigurara, pues ella no tendría valor para acabar con aquello único que le permitiría encontrar nuevamente el amor.
-Lo haré –dijo el guardia- pero permítame decirle que se equivoca en algo. Su belleza no es lo único que hace de usted una mujer especial. En todo este tiempo yo mismo he llegado a conocerla por dentro y me siento tan enamorado, e incluso más, de sus sentimientos, como de su belleza.
La princesa, que también sentía un profundo amor por aquel caballero que había amenizado la etapa más dura y triste de su vida, lo besó con pasión y le tomó la mano, que empuñaba un cuchillo, llevándola a su rostro.
Así, ambos hicieron dos profundos cortes en la cara de la princesa más bella que había existido nunca en el reino.
Al día siguiente y como cada mañana, el príncipe bajó a atormentar a la princesa y contemplar su belleza, que era su más preciado tesoro.
Cuando la vio desfigurada pegó un grito y la maldijo, diciéndole que tenía que largarse del castillo porque ya no le servía para nada.
De esta manera la princesa y el guardia, al que le fue ordenado que acompañara a la muchacha en su destierro, vieron cumplido su plan y se largaron para siempre de aquel palacio infernal, gobernado por un verdadero tirano, para ser felices juntos por toda la eternidad.
Para el guardia, a pesar de que su pareja tenía un rostro con dos enormes cicatrices, esta seguía siendo la princesa más bella del reino.

FIORINA Y PIONINA

               Fiorina y Pionina

Fiorina y Pionina
En el país de las hadas, nadie es más bella que Fiorina, excepto su hermana Pionina. Pero nadie es capaz de saberlo, porque nadie ha conocido jamás a Pionina.
Cuando las dos hadas hermanas nacieron, se formaron en una gotica de rocío mañanero que se quedó en los pétalos de una hermosa rosa blanca. Allí crecieron las dos hadas, envueltas y seguras en el interior de la flor. Y aunque la curiosidad les motivaba a salir al exterior, ninguna de las dos se atrevía a hacerlo por temor a lo que pudieran pensar de ellas las otras hadas.
Fiorina y Pionina pensaban que eran horrorozas y tontas, y que jamás serían tratadas con amabilidad. Vivían con tanto temor que no se les ocurría salir de la flor. Un buen día, Fiorina quiso salir, sin importarle lo que pudieran pensar de ella: “Si soy tonta y horrorosa, al menos seré de buen corazón, y trataré a todas las hadas con amabilidad para que me acepten entre ellas”.
Su hermana Pionina no estaba de acuerdo, y temblaba de miedo solo de pensar en que debía abandonar su cobija tan segura. De ese modo, Fiorina salió sola al mundo, y pudo ser contemplada a plena luz del día. El resto de las hadas, se rindieron a sus pies por lo hermosa que era, y los animales del bosque se reunieron cerca de ella para contemplar el brillo de sus ojos y la hermosura de sus cabellos.
Entonces, Fiorina quiso buscar a su hermana, para mostrarle lo equivocadas que estaban, pero no pudo recordar en qué flor se encontraba su hermana, pues existían cientos de rosas blancas en aquel lugar. Y aún hoy continúa Piorina escondida entre las rosas blancas, con temor de salir afuera y sin saber que es la más hermosa de todas las hadas.

EL DESEO DE LUISA

               

   El deseo de Luisa

El deseo de Luisa











Hace mucho tiempo, existió un pueblito pequeño de nombre Tristonia, cuyos habitantes eran muy pobres, tan pobres, que apenas tenían para comer o para vestir. Sin embargo, a pesar de la pobreza, eran personas muy bondadosas, que compartían todo cuanto tuviesen, incluso la tristeza.
En efecto, las personas de aquel pueblito siempre andaban tristes y esperaban con impaciencia la llegada del nuevo año, pues durante esa fecha, el hada de los pobres aparecía justo a las doce de la noche, para conceder un deseo a la persona que tuviese el corazón más bondadoso de todos.
En aquel pueblito, vivía una dulce muchacha llamada Luisa, que se levantaba cada mañana bien temprano a trabajar la tierra para poder obtener comida, y brindarla a los más pobres de Tristonia. Las tierras de Luisa no eran buenas, y la pobre campesina debía trabajar día y noche para lograr abundante comida.
Cuando terminaba la época de cosecha, repartía lo obtenido entre todos y a partes iguales, y solo se quedaba para ella una porción muy pequeña de los alimentos. Su alma era tan generosa, que se compadecía de todos los seres de Tristonia, y sufría por todos los niños que se iban a la cama sin probar bocado alguno.
Finalmente, llegó el último día del año, y todos esperaban impacientes la aparición del hada mágica para que concediera un deseo. Cuando todos comenzaban a impacientarse, se abrió una luz en el cielo, y descendiendo hizo su entrada la noble figura del hada. Tras mirar a todos los ciudadanos, decidió que el deseo sería para la buena de Luisa, y ¿Saben lo que Luisa pidió?
Pues más tierras para cultivar, y así dar de comer a todos los niños de la ciudad. Las persona aplaudieron emocionadas, y Luisa pudo ver su deseo hecho realidad.


lunes, 2 de julio de 2018

APRENDIENDO LOS VALORES

                              

El zorro inteligente

Cuenta la historia que un león y una leona vivían juntos en una cueva. Él era el rey de los animales y ella la reina. Además de trabajar codo con codo poniendo paz y orden entre los animales, estaban casados y se llevaban muy bien.
Un día, tras varios años de amor y convivencia, el león cambió de opinión.
– Lo siento, querida esposa, pero ya no quiero vivir contigo.
La leona no se lo esperaba y se puso muy triste.
– Pero… ¿por qué? ¿Es que ya no me quieres?
El león fue muy sincero con ella.
–  Sí, te quiero, pero te dejo porque apestas y ya no soporto más ese olor que desprendes y que atufa toda la cueva.
La pobre se disgustó muchísimo y por supuesto se sintió muy ofendida.
– ¿Qué apesto?… ¡Eso es mentira! Me lavo todos los días y cuido mi higiene para estar siempre limpia y tener el pelo brillante ¡Tú lo dices porque te has enamorado de otra leona y quieres irte a vivir con ella!
¡La pelea estaba servida! La pareja comenzó a discutir acaloradamente y ninguno daba su brazo a torcer. Pasadas dos horas la leona, cansada de reñir, le dijo a su marido:
– Como no nos ponemos de acuerdo te propongo que llamemos a tres animales y que ellos opinen si es verdad que huelo mal o es una mentira de las tuyas.
– ¡De acuerdo! ¿Te parece bien que avisemos al burro, al cerdo y al zorro?
– ¡Por mí no hay problema!
Pocos minutos después los tres animales elegidos al azar se presentaron en la cueva obedeciendo el mandato real. El león, con mucha pomposidad, les explicó el motivo de la improvisada  asamblea.
– ¡Gracias por acudir con tanta celeridad a nuestra llamada! Os hemos reunido aquí porque necesitamos vuestra opinión sincera. La reina y yo hemos nos hemos enzarzado en una discusión muy desagradable y necesitamos que vosotros decidáis quién dice la verdad.
El burro, el cerdo y el zorro ni pestañearon ¿Qué debían decidir? ¡Estaban intrigadísimos esperando a que el león se lo contara!
– Quiero que os acerquéis a mi esposa y digáis si huele bien o huele mal. Eso es todo.
Los tres animales se miraron atemorizados, pero como se trataba de una orden de los reyes, escurrir el bulto no era una opción.
Alguien tenía que ser el primero y le tocó al burro. Bastante asustado, dio unos pasos hacia adelante y arrimó el hocico al cuello de la leona.
– ¡Puf! ¡Qué horror, señora, usted huele que apesta!
La leona se sintió insultada y perdió los nervios.
– ¡¿Cómo te atreves a hablarle así a tu reina?!… ¡Desde ahora mismo quedas  expulsado de estos territorios! ¡Lárgate y no vuelvas nunca más por aquí!
El borrico pagó muy cara su contestación y se fue con el rabo entre las piernas en busca de un nuevo lugar para vivir.
El cerdo, viendo lo que acababa de pasarle a su compañero, pensó que jugaba con ventaja pero que aun así debía calibrar muy bien lo que debía responder. Se aproximó a la leona, la olisqueó detenidamente, y para que no le ocurriera lo mismo que al burro, dijo:
– ¡Pues a mí me parece un placer acercarme a usted  porque desprende un aroma divino!
Esta vez fue el león el que entró en cólera.
– ¡¿Estás diciendo que el que miente soy yo?!… ¡Debería darte vergüenza contradecir a tu rey! ¡Lárgate de este reino para siempre! ¡Fuera de mi vista!
El cerdo, que pensaba que tenía todas las de ganar, fracasó estrepitosamente. Al igual que el burro, tuvo que exiliarse a tierras lejanas.
¡Solo quedaba el zorro! Imagínate el dilema que tenía en ese momento el infortunado animal mientras esperaba su turno. Si decía lo mismo que el burro, la reina se enfadaría; si decía lo contrario como el cerdo, la bronca se la echaría el rey ¡Qué horrible situación! Tenía que pensar algo ingenioso cuanto antes o su destino sería el mismo que el de sus colegas.
Quieto, como si estuviera petrificado, escuchó la voz del rey león.
– Zorro, te toca a ti. Acércate a la reina y danos tu veredicto.
Al zorrito le costó moverse porque le temblaba todo el cuerpo. Tragando saliva se dirigió a donde estaba la leona y con mucho respeto la olfateó. Después, se separó y volvió a su sitio.
El rey ardía en deseos de escucharlo.
– ¿Y bien? ¡Nos tienes en ascuas!  Di lo que tengas que decir.
El zorro, tratando de aparentar tranquilidad, fingió tener un poco de tos y dijo con voz quebrada:
– Majestades, siento no poder ayudarles, pero es que a mí no me huele ni bien ni mal porque estoy constipado.
El león y la leona se miraron sorprendidos y tuvieron que admitir que no podían castigar al zorro porque su contestación no ofendía ni dejaba por mentiroso a ninguno de los dos.
El rey león tomó la palabra.
– Está bien, lo entendemos. Puedes marcharte a casa.
Nadie sabe cómo acabó la historia, ni quién tenía la razón, ni si finalmente la pareja llegó a un acuerdo de separación. Lo que sí sabe todo el mundo es que el inteligente zorrito logró zafarse del castigo de los reyes gracias a su simpática ocurrencia.